lunes, 9 de diciembre de 2013

Notas al margen para repensar la reforma educativa y la vida intelectiva

1.     A propósito de la reforma educativa emprendida su país, Walter Benjamin escribió que “dicha reforma [debía salvarse] de esa mala fama que la presenta como interés de los interesados o como ataque de los diletantes frente al gremio de los pedagogos”. Esta “mala fama” puede ser aplicada al hecho mexicano. La reforma educativa, en México, se presenta (y no salva un ápice su mala fama) como un maremágnum de supuestos, sin un diagnóstico real, sin un trabajo de años que sustente su necesidad y como un disparate al cual le subyacen los “intereses de los interesados”. Esta reforma mexicana es impulsada por un gabinete neurótico, unidimensional, diletante, en contra de todo aquello que represente una apuesta pedagógica. Quien lea los documentos enviados por el “ejecutivo”, por los “interesados”, a las cámaras podrá constatar lo dicho.
2.     Esta reforma de los diletantes “peñistas” parte del supuesto de que los resultados obtenidos, en las evaluaciones internacionales (PISA e. g.), dan cuenta de lo mal que el sistema educativo mexicano está. Giancarlo Corsi llamó a esta actitud como el “síndrome de las reformas”. Uno de los criterios que se enmarcan en las premisas de este síndrome es “la comparación como criterio”. Describe Corsi el argumento: “la escuela [la propia] funciona mal si hay algún otro, otro lugar, que trabaja mejor y por eso obtiene mejores resultados”. Y en términos de qué se evalúa explica Corsi: “no se trata de una comparación de la calidad de la enseñanza o de las estructuras didácticas; lo que se compara es lo que se supone debe ser el resultado de la educación, vale decir […] la profesionalidad, la capacidad profesional en varios ámbitos en los que ésta se vuelve relevante: en la economía, en la investigación científica y tecnológica, pero además en la política”. Si se entiende a la reforma como una necesidad que gira en torno a los resultados obtenidos, se comprenderá que la justificación responde a objetivos de inversión. No se promueve una curva cualitativa en los alumnos. Se trata de simular, cuantitativamente, que ese algo que le llaman “escolaridad” puede generar el éxito humano, la felicidad rápida y el logro económico, todo sin importar que esos seres llamados “alumno o alumna”, puedan tener una verdadera “experiencia” (desde la definición antigua del término) educativa.
3.     México no ha alcanzado, ni siquiera de manera limítrofe, los resultados obtenidos por los países mejor situados en las evaluaciones internacionales. Esperar lo contrario sería ingenuo. Y no porque México no pueda obtener los mejores resultados, es más bien que las realidades mexicanas se refractan, y no responden a organizamos internacionales. Se someten a ellos. Aplastados por los designios de la UNESCO y sus informes (Faure, Delors, Morin), de la OCDE y sus exámenes (e informes también, e. g., el DeSeCo), de los engendros como ENLACE (en lo nacional), así como de grupos de poder como Televisa y su “centro de investigaciones” Mexicanos Primero o Escuela Azteca de Salinas Pliego, atravesados por la OMC o el Banco Mundial, los hijos e hijas de México, han sido reordenados, “formateados” y ontológicamente “aventados” a una realidad que tiene como horizonte uno creado por las mencionadas instituciones. El síndrome por las reformas que México padece no responde a una manifestación endógena; más bien, responde a una urgencia exógena que, maniática, no tolera realidades nacionales, regionales, comunitarias o personales. Si México no se cuadra ante ellos, México no es parte del mundo. La reforma educativa, como tal emprendida desde 2004, que legaliza su lado administrativo con las leyes propuestas por Peña Nieto, se soporta sobre una plataforma institucional dictada, desde fuera, por organizamos ajenos a la situación mexicana y, desde dentro, por grupos de poder nacionales ajenos al desarrollo cualitativo de los mexicanos y mexicanas. Sólo se responde al exterior, pero las realidades mexicanas del aquí y ahora, no son tomadas en cuenta. La reforma educativa responde a los prejuicios que estos organizamos despliegan. Los alumnos y alumnas de México están sometidos a los criterios que Faure o Delors o Morin han señalado como la “mejor” vía de crecimiento humano; o, en materia de inversión, lo que se llevarán las empresas, que ahora ven al sistema educativo como un mercado emergente. No está lejos el día en que Laura Bozzo les dirá a los alumnos y alumnas de México, dentro de sus propias escuelas, cómo aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser.
4.     En qué afecta la reforma educativa a los “padres y madres de familia”. Al pasar por las horcas escolares a sus hijos e hijas, los someten a un sistema pensado para aprobar las evaluaciones internacionales, que centra sus evaluaciones internas en los maestros y no en toda la estructura escolar, que piensa sexenalmente y no a largo plazo, que se pliega a las empresas mexicanas (productos chatarra y chatarra cultural), que tiene sus ojos puestos en los resultados y no en la experiencia educativa real, que genera un sistema de simulacro (exámenes de oposición nombra México al examen estandarizado que le aplica a los y las aspirantes a maestros o maestras para contratarlos), que empequeñece la humanidad de los alumnos y alumnas, que los ridiculiza llamándolos “clientes” o “publico meta”, que los aplasta con un currículo risible (extendido hasta las escuelas privadas, por lo menos en educación básica). Entonces, qué tipo de vida se espera tengan esos hijos e hijas. Qué experiencia humana les espera.
5.     ¿Quién debe recuperar la rectoría de la educación? La mayoría opina que esta reforma tiene, en el medio de sus entresijos, la necesidad de quitar al sindicato el porvenir de “nuestras” escuelas (deuda lingüística con Nietzsche). Tal vez, poquísimos o poquísimas han reparado en que la educación (entendida como esa institución de vida que hace la parte escolarizada de la educación global) debe ser recuperada por los padres y madres de familia, por los alumnos y alumnas, por todos los implicados directos. La rectoría de la educación ha partido de un despliegue vertical, desde que el Estado la arrebató a los curiosos intelectuales, de un despliegue de pautas intranquilas, de sumisión y reclutamiento. Al contrario de los optimistas, la educación no ha sido, en la época moderna, removida en sus bases. No se trata de reformas, se trata de una creación, de una recreación del sistema educativo, de una rectoría de padres y madres, de alumnos y alumnas, que sitúen en los antípodas del sistema educativo (Illich dixit) esa recreación del sistema educativo. Porque como escribió Renan: “Antes de la cultura francesa, la cultura alemana, la cultura italiana, está la cultura humana.” Y esa cultura humana es la que los implicados y las implicadas deben recuperar para sí mismos.    
6.     Leo (cambio de persona) en el libro Bartlebly y compañía (de Vila-Matas) un fragmento, en extremo pequeño, de la obra teatral El no, escrita por Virgilio Piñera. Dice Vila-Matas: “Los protagonistas de la obra de Piñera dicen no, se niegan rotundamente al sí convencional.” Reproduzco un fragmento:
 
HOMBRE: Decir no ahora el fácil. Veremos dentro de un mes (pausa). Además, a medida que la negativa se múltiple, haremos más extensas las visitas. Llegaremos a pasar las noches con ustedes, y es probable, de ustedes depende, que nos instalemos definitivamente en esta casa.
La pareja, ante estas palabras, decide esconderse.
−¿Qué te parece el jueguecito? –pregunta Vicente a Emilia.
−De ponernos los pelos de punta –responde ella.
Deciden esconderse en la cocina, sentarse en el suelo, bien abrazados, abrir la llave del gas y ¡que les casen si pueden!
 
Si podemos mostrar la misma firmeza que Emilia y Vicente con respecto a nuestra educación. Si podemos ir en contra del convencional sí, si vamos en contra de ese sí institucional, burocrático y anclado en la jerarquía, y lo rompemos con el no de la alternativa, podremos encontrar vías de encuentro y entendimiento. Si podemos decir no a todo lo que se nos presenta como una solución a lo mal que están nuestras vidas, entonces, creo, no lo sé, habrá una oportunidad para que, a pesar de vernos en la necesidad de recurrir al gas, recuperemos aquello que se nos ha negado: una verdadera vida intelectiva.

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